miércoles, 23 de abril de 2008

Escribir con otra mirada

Podría decirse que la crónica es un “híbrido” entre periodismo y literatura, es un cruce entre géneros. De todos modos, según Caparrós es un género que nadie sabe definir.

María Moreno explica que “la crónica, tal como retorna ahora o es exhumada, conserva ese movimiento: alguien va a un lugar desconocido y fija la mirada hasta que la verdad se confunda con la línea de los ojos””.

Nos proporciona la posibilidad de dejar volar nuestra imaginación, ver con “ojos nuevos”, disponerse a describir lo invisible en lo visible. Se trata de buscar elementos que sirvan para describir hechos de una manera diferente, innovadora. Lo particular de la crónica radica en buscar nuevos elementos que se puedan incorporar, a fin de hacerla más fascinante. A los datos objetivos, se les incorpora la subjetividad, y es importante los juicios de valor que se hagan.

Lo significativo es la manera en que se escribe, allí reside su secreto. El lenguaje que se emplea es muy personal, va acorde con el escritor. Requiere de una gran investigación y de compromiso, debido a que su objetivo no es simplemente contar una historia más, sino aportar datos nuevos, miradas inéditas.

miércoles, 16 de abril de 2008

Un viaje particular

“Pero soy –casi-argentino, y eso significa que no hay ninguna forma prevista, que hay que inventar las maneras de la mirada, que hay que mirar solo, sin compañías reales o imaginarias”. Caparrós, Martín: “Larga distancia”, Buenos Aires, Planeta; 1992

“El viaje es un choque entre los mitos previos, y los que uno está construyendo en ese momento”. Caparrós, Martín: “Larga distancia”, Buenos Aires, Planeta; 1992

“No figura en ningún mapa; los lugares verdaderos nunca están”. Herman Melville, Moby Dick

Cuando se emprende un viaje, uno no se imagina que descubrirá, que hechos irán ocurriendo, con que cosas nos sorprenderemos o con que cosas que creímos que nos íbamos a encontrarnos no lo hacemos y finalmente fracasamos en el intento de esa búsqueda. No hace falta hacer muchos kilómetros para vivir la experiencia de un viaje, lo que si se necesita es una predisposición, una mirada distinta a la de todos los días, que nadie la puede enseñar, ni tampoco se puede copiar, ya que no hay una manera de mirar conocida, revelada sino que es uno el que la va construyendo, descubriendo, es uno aprende a contemplar de una manera diferente. Esta mirada se hace presente cuando se comienza el viaje y de a poco, con el transcurrir del tiempo se va “afinando”. Con la invención de una nueva percepción se comienza a prestar atención a hechos, cosas, personas que antes parecían irrelevantes o pasaban delante de nuestros ojos sin dejar huella alguna. Es necesario no guiarse por prejuicios, sino que hay que estar abiertos y dispuestos al descubrimiento, a la búsqueda, a los hallazgos que se van forjando con el correr de la exploración. Quizás, es en esto, en lo que radica que el viaje sea una experiencia mágica.

Justamente es ahí donde se da ese choque entre los mitos que uno tiene inculcados por la cultura, y los mitos que inconscientemente se van formando por medio de esta mirada.

En los lugares menos pensando pueden ocurrir grandes conquistas, que uno no las esperaba, y estos se transforman en grandes lugares para el que lo experimenta. Estos lugares significativos, no forman parte de un mapa, no son parte del recorrido turístico, sino que forman parte de la vivencia de uno mismo, se transforman en un lugar trascendente, en un “verdadero lugar”.