domingo, 18 de mayo de 2008

Kimonos en la tierra roja: Tiempo pasado y presente

En esta crónica de Rodolfo Walsh se puede apreciar una particularidad, comienza por el final. El tiempo es el eje que recorre toda la narración, esta presente en los distintos apartados temáticos.

Relata la desdichada “suerte” que tuvo un grupo de familias japonesas, que para buscar un presente y un futuro mejor, deciden ir a “probar suerte” a Argentina, más precisamente a la provincia de la tierra colorada.

Desafortunadamente no logran sus objetivos, la suerte, el destino y el clima no estuvieron de su lado. Lentamente vieron caer todas sus expectativas y sus proyectos. Invirtieron dinero, pero este no era redituado. Por lo que se vieron obligados a vender sus maquinas para salvar sus situación, que no la iban a poder sostener por demasiado tiempo. Las familias comienzan a “huir” y es en este punto donde Walsh hace un interesante análisis y descripción de cómo se da este destierro, esta despedida. Estas familias, que creyeron que su futuro iba a ser favorable en Misiones se van a Posadas, Buenos Aires, o vuelven a su tierra natal.

Comienza por contar el comienzo de la colonia, y como las familias poco a poco deciden mudarse, las historias se “repiten”, parecen iguales, una historia habla de las demás. Luego, sigue por contar el éxodo general de esas mismas familias, que no pueden sobrevivir en Misiones. En otro momento, cuenta la historia de cómo se construyó la escuela, y que es lo que sucede actualmente. Al incluir la historia de vida de algunos personas, menciona el presente de estos e inmediatamente la añoranza de su pasado.

Walsh, en su relato incluye la mirada del fotógrafo Pablo Alonso, como en el sueño que tiene, y se evidencia que su mirada y sus recuerdos coinciden con los de él. Permanentemente lo incluye en el relato, nunca lo deja de lado, es su compañero, un protagonista más dentro de su historia.

Expone toda la crónica en primera persona, incluyendo las contemplaciones del fotógrafo. Trabaja con la subjetividad, incorpora su punto de vista, los sentimientos que le producen tal destierro, las actitudes, rasgos y características propias de estos japoneses con descripciones muy detalladas. Desde el comienzo, instala un clima onírico, que lo acompañara en toda la crónica.

Considero que las crónicas que se relatan en primera son muy aptas y posibilitan esta entrada del punto de vista propio, sentimientos y sensaciones que producen determinados hechos.

Pero, al incluir otra persona, que de modo paralelo realiza el viaje o encuentro, etc con uno, es necesario incorporarlo, e incluir sus sentimientos. (Esta crónica de Walsh es un claro ejemplo de este caso)

Tanto al principio como al final relata el mismo hecho, un baile que realizan unas muchachas, agradeciendo las buenas cosechas. Al narrarlo nuevamente, lo resignifica.

Walsh termina por relatar la vida de las familias particulares, como fue su situación cuando migraron, finalizando con un caso particular de huida como otros tantos que se sucedieron.

miércoles, 7 de mayo de 2008

Una experiencia diferente

Me acerqué por primera vez al Festival de Cine Independiente, pese a que había escuchado críticas y comentarios años anteriores, nunca había asistido. Me entusiasmó la idea de ir a un encuentro como este, por el hecho de no saber de que ambiente se trataba, el estilo de películas con las que me podía llegar a encontrar y demás.

El primer encuentro se dio el nueve de Abril en los cines Atlas de la Avenida Santa Fé. Tuve la intención de ir al Centro Cultural Recoleta, pero por una serie de percances ocurridos en el colectivo nunca pude llegar, por lo que debí ir a ver la película a otro lugar. Quise ir uno de los primeros días, para poder vivenciarlo desde el comienzo, si bien el festival había comenzado el día anterior y se extendía hasta el veinte. Había una gran expectativa, el cine estaba colmado de gente, no se podía transitar por la vereda. Cuando vi la cantidad de personas que estaban en las boleterías creí que jamás iba a poder sacar la entrada, pero finalmente entre empujones y un gran amontonamiento lo conseguí. En la inmensa fila para ingresar al cine, la mayoría eran estudiantes, aunque había algunas personas mayores, los jóvenes eran los que predominaban.

Comenzó la función, en una sala enorme con mucha gente, una presentación con luces, una voz que dio la bienvenida y un breve recorrido por la historia del festival se hicieron presentes antes de que comience la película. El film ruso, bajo la dirección de Aleksei Balabanov, se llama “Happy days” e ilustra la historia de un hombre, (Sergei Astakhov) que sale del hospital, y comienza su vida de vagabundo con todas las penurias y miserias que esto convella. Cambia en numerosas oportunidades de refugio, cuando finalmente termina en un banco de un cementerio pasando sus días. Un día una chica (Galina Golubeva) se acercó a él y cantó una canción significativa, pero él se hacia el distraído, como si no la estuviera escuchando. Pasaron muchos días, la chica seguía frecuentando el mismo banco, junto al vagabundo que no cambiaba su actitud. Finalmente, luego de tantos encuentros, entablan una conversación y ella le ofrece asilo en su casa. El reo protagonista acepta. Luego, la película continua con el nacimiento del hijo de ambos y el protagonista decide continuar su vida de vagabundo “viviendo” en una lancha abandonada.

La película me dejó una sensación de angustia y tristeza, me pregunte y empecé a pensar la cantidad protagonistas como este que uno ve todos los días en la calle. Cuanta gente padece lo mismo, pero sin la suerte de encontrar, alguna vez un refugio. La película reproduce fielmente con lo que uno se encuentra todos los días, y lamentablemente parece no tener límite geográfico, las mismas miserias que se pueden ver en Rusia son las mismas que se padecen en Buenos Aires.

Finalizada la película, salí de la sala y me sorprendió la cantidad de concurrentes, gente que entraba y salía, comentando que película iban a ver, o cual habían visto, que maravillosos planos se lograron en tal o cual película, que mala la actuación de tal actor, que buena dirección, era una especie de “maratón cinematográfico”. Estaba latente la gran euforia propia de los primeros días de este festival tan esperado.

Mi segunda experiencia en este encuentro tuvo lugar en el Abasto, el once de Abril. Trate de no cometer dos veces el mismo error, por lo tanto salí de mi casa con mucho tiempo de anticipación para evitar codazos, empujones y el riesgo de no conseguir un lugar. Lo que sin duda, fue la idea más acertada.

Había muchísima organización, un público mucho más diverso que el que tuve la posibilidad de observar en la anterior película, quizás se deba a la concurrencia que suele tener ese shopping o tan solo por el hecho de ser un viernes. En su mayoría eran estudiantes, aunque no faltaron familias, personas mayores y muchos extranjeros.

La sala estaba colmada. Se escuchaban celulares sonar y chicos que respondían: “No vengas porque no hay más entradas”. La presentación de la película estuvo a cargo de la directora, Carola Gliksberg, quién dio una breve reseña de “Luego”, una película muy austera, con pocos diálogos, muchos gestos y expresiones que suplían esa falta de palabras, despojada de escenografía, solo algunas sillas, unas mesas, un escritorio y un perchero fueron suficientes.

“Luego” se basa en tres historias distintas, tres intrigas que nunca se llegan a develar y es uno el que tiene la libertad para construir su propio final, o los posibles finales a los que la imaginación arribe. Todos los personajes quieren decir algo, siente la necesidad de contar algo, pero nunca lo logran. La primera historia se basa en la “relación” de Ana (Maru Susini) y Gastón (Nicolás Mateo), dos jóvenes de veinte años, que se conocen desde chicos, amigos de toda la vida, pero querían dejar de serlo, sin embargo ninguno de los dos se atreve a confiarle esto al otro. Recorren distintos lugares, bares, recepciones de edificios y calles, pero nunca logran comunicarse.

La segunda historia se centra también en dos personajes, una pareja de mediana edad, Juan (Santiago Pedredo) y Dolores (Eugenia Capizzano). Juan está a horas de partir hacia Estados Unidos a trabajar, en principio, por un año. Ella angustiada e impaciente no se anima a decirle algo. Su preocupación y ansiedad, se transforman en la barrera que no le permite contarle que está embarazada. Finalmente Juan parte a Estados Unidos y Dolores no le pudo confiar su secreto. Todo el relato transcurre en el departamento en el que ambos conviven.

Por último nos encontramos con la historia de una madre, Josefina (Chunchuna Villafañe) y sus dos hijos varones, Felipe (Nicolás Grosso) y Guillermo (Guillermo Massé). Josefina esta excesivamente contenta, porque Guillermo, su hijo menor está a punto de recibirse. Ante tal acontecimiento, ella propone que los tres realicen un viaje a Europa, con el fin de festejar la alegría del futuro graduado y pasar más tiempo juntos, como cuando Felipe y Guillermo eran chicos. Constantemente Felipe e Isabel (Cecilia Mirkin), la novia de Guillermo, le insisten para que le cuente la verdad a su madre. Él siempre está a punto de confesársela, pero no puede, algo le impide expresarle a su madre que abandonó los estudios. Por último los tres emprende el viaje a Europa. Esta historia sucede en la casa de la familia, en la oficina de trabajo de Josefina y en la casa de Isabel.

La película realmente pudo transmitir esa sensación de angustia y de desesperación que sentían los protagonistas, ante la imposibilidad de expresar lo que realmente sentían. Se me cruzaron muchas ideas de los probables finales y de los posibles secretos que escondían. Además, son historias en las que cualquier persona se puede sentir reflejado, ya que a todos, por lo menos alguna vez, se nos habrá hecho muy complicado confesar algo.

Una vez finalizada la película, la directora dio una breve explicación de esta y se dispuso a responder las preguntas y comentarios que generó el público. En la sala sólo quedaron estudiantes de cine, fascinados por la idea de poder hablar con la directora, preguntarle sus inquietudes y expresarle algunas opiniones. Las preguntas iban desde porque utilizó determinamos planos en algunas escenas, hasta el color del tapado de una de las protagonistas.

Me retire de la sala, después de haber escuchado poco más de media hora de charla y aparentemente seguiría por un rato más.

Podría decir que fue una experiencia distinta, no fue simplemente “ir a ver una película al cine”.