jueves, 28 de agosto de 2008

Viajes retratados

Al ver el living no hizo falta que detallara su personalidad, ni que me contara cuáles son sus intereses, si bien a algunos los conozco muy bien desde hace tiempo. Todo en perfecto compoce entre el roble de los muebles, el tapizado marfil en cada uno de los sillones, en armonía con las cortinas que tapan los dos ventanales majestuosos a cada lado del living y la alfombra bordo que se extiende por debajo de toda la sala. Por todos los rincones se asoman libros. La inmensa biblioteca de madera pegada a la pared, refleja que mi entrevistado no es un improvisado en las cuestiones que trata. La mesa, en medio de los cuatro sillones blancos también desborda de libros. Una luz tenue me permite descubrir que esa biblioteca abarca una gran cantidad de temas. Libros sobre animales, plantas, comidas, geografía, historia de autos, del Imperio Romano, del Titanic, computación, textos cómicos y dramáticos se hayan concentrados en esa sala enorme. Si bien, a medida que busco y espío cada recoveco acabó por confirmar que los textos sobre viajes y fotografía son los que predominan de manera avasallante y revelan que Rogelio es un apasionado por estos dos grandes temas. Miro al costado del gran ventanal que da a un hermoso jardín y sobre una pequeña mesa se lucen dos fotografías junto a su esposa en uno de esos viajes que tuvo el placer de disfrutar. Estas imágenes recuerdan los paseos hechos a Florida y a España hace unos cuantos años. Recorro algunos metros más y me encuentro con un mueble. Sobre el más fotos. Fotos con Mickey en Disney, en playas paradisíacas y con nativos mexicanos. Retrocedo esos mismo metros y a la izquierda de una escalera, otro mueble con dos puertas de vidrio, pero en este no hay fotos, sino que está colmado de objetos y recuerdos de cada viaje realizado. Piedras preciosas, facones, pequeños adornos artesanales y demás objetos dan prueba de los distintos países que Rogelio visitó. Por el otro ventanal veo una pileta hermosa, que si no fuera porque la temperatura es bastante baja, dudo que alguien se niegue a darse un chapuzón.
Siempre me recibió de manera muy cordial, como es él. Muy preocupado por contarme todo lo que pueda, buscando las palabras correctas para cada historia. No deja ir ni un sólo detalle en sus relatos. Fueron varias arduas charlas más que entrevistas, ya que el sentido estricto de esta se iba desvaneciendo paso a paso, a medida que avanzaban las palabras y con ellas anécdotas, fotos, por supuesto que más libros, mapas, artículos y crónicas escritas por él y publicadas en diversas revistas y muchos más recuerdos que producían que a Rogelio se le entrecorte su voz fuerte, sus grandes ojos quedaran brillantes, que las palabras no resultaran suficientes y que también sus manos, sus gestos y sus formas procuren llenar ese vacío que provoca la falta de palabras para describir tales enormes experiencias. En ningún momento se incomoda por el grabador entrometido que apoyo sobre la mesa, para que no se llegue a filtrar ningún pormenor, sino que jugamos por un rato a que el es mi entrevistado y yo una periodista. Tose, vocaliza, acomoda el grabador y de esta manera damos comienzo a la historia.
La fotografía fue su compañera fiel en cada uno de los viajes que realizó por el mundo. En ningún momento pudo resistir esa tentación de registrar con su cámara cada lugar que recorrió, desde el paisaje hasta los habitantes de cada sitio, las publicidades, los monumentos y las calles, en fin cada detalle y cada gran cosa que se presentara en su camino. Esta pasión por la fotografía lo encontró en una edad muy temprana. Antes de que tuviera veinte años ya era un fanático, su curiosidad nació mayormente debido a que la fotografía en aquella época era integral, es decir, uno debía preparar todo, el papel, el polvo para poder revelar las fotos y el revelado mismo. Justamente él mismo dice “Entré en la fotografía por el lado no popular”. Comenzó tomando imágenes a escondidas con la cámara de su padre, que luego de muchos años se la obsequió junto que la boleta de compra que data del año 1938 y que Rogelio tuvo exhibida en una pequeña exposición en su antigua casa. Con dieciocho años era Secretario de la Asociación Argentina de Astronomía, donde su interés por la fotografía creció. La primera fotografía difundida en un diario argentino de un satélite fue tomada por él en Parque Centenario y publicada en el diario “La razón”. En 1965 le ofrecieron escribir un artículo para la revista “Fotografía universal”, para esto leyó la famosa enciclopedia “Monitor”, que aún guarda con mucho cariño en su biblioteca, para saber cómo relatar cosas muy científicas de una manera más simple.
No hay duda que es un apasionado por la lectura y el estudio. Tal es así que antes de emprender cada viaje lee absolutamente todo lo que encuentre a su alcance de dicho lugar, busca mapas, fotos, libros, guías y todo elemento que pueda ser de ayuda para conocer y descubrir ese destino. Él mismo indica, “he sido más viajero por mapa, que viajero directo”. Justamente Rogelio construye su propio mapa, elige los lugares a conocer, traza cuál será su recorrido y sintetiza diciendo que “lo blanco del mapa lo termina de llenar uno”. Estudia, busca, investiga, conoce, pero él es el responsable de completar con experiencias, anécdotas e historias ese mapa que al comienzo se encuentra vacío. Y creo que Rogelio encontró su manera particular y vasta de saciar ese vacío. Una prueba concreta de ello es una anécdota que recuerda su esposa María Cristina con mucha gracia. Se encontraban realizado un viaje en España, en el año 1998 y muchos turistas no terminaban de diferenciar quién era el guía, ya que su esposo conocía los lugares y su historia tanto como el encargado de ese tour y no porque lo conociera de antemano, sino por todo el estudio previo que realizó del lugar.
Por supuesto que hay viajes que recuerda con más ímpetu que otros, no sólo por ser un lugar desconocido o muy lejano, o por algunas rarezas, sino más bien por el hecho de todo lo que pudo rescatar y aprender en cada uno de estos. Sin lugar a duda México fue uno de los países que lo deslumbró desde su primera visita en la década de 1960 y nunca dejó de maravillarlo en sus cinco viajes a ese país. No sólo recae en el típico comentario de la comida picante, que por supuesto tiene sus anécdotas en este aspecto culinario, sino también destaca la calidez de su gente, los pueblos primitivos congelados en el tiempo, la cultura, entre ellas la Pucc, y el arte. Dice con mucha emoción “Cada lugar tiene su impacto”, las ruinas Uxmal son una de las obras arquitectónicas que más lo sorprendió, se trata de una cuidad perdida en la selva, abandonada en el 1500 en la conquista española, también conocida como “la cuidad de las tres fundaciones”. Investigó con mucho detalle la historia de este lugar, tal esa así que toma el libro de dibujos realizados de estas ruinas, antes de que la fotografía existiera, para que yo también pueda apreciar la belleza y el vértigo de ese paisaje y concluye diciendo que “Uxmal tiene una magia dentro de las ruinas”. Tuvo la posibilidad de conocer este país a fondo, ya que no sólo lo visitó por algunos días, propia característica de un viaje, sino que se radicó en dos oportunidades, en un momento por seis meses y en otro por ocho. En esta última oportunidad permaneció con la idea de continuar su vida en este país, pero por distintas circunstancias laborales continuó viviendo en Argentina. Por supuesto que México, al igual que todos los países sufrió modificaciones con el tiempo. Rogelio destaca el avance avasallante de la contaminación, la evolución de los pueblos nativos, la explotación demográfica y el gran progreso de la cuidad en general. Tan deslumbrado quedó por este país que en el año 1993 unió dos de sus encantos. Los paisajes de lugares como la Península de Yucatán, Cancún y Zacatecas, colaboraron para la exposición fotográfica que presentó en Buenos Aires, esta reunió todas sus obras de México, titulada “Templos de ayer y de anteayer”, en la Galería de AGFA, dando fe de su pasión por las culturas mesoamericanas.
Sus viajes rondaron por el deseo de descubrimiento, perfeccionamiento, estudio, formación, entrenamiento, trabajo y también los realizó por placer. Con el objetivo de continuar especializándose en su trabajo tomó diversos cursos de fotografía y de óptica en la Universidad de Göttingen en Alemania y en las empresas Carl Zeiss y Zeiss Ikon, así como en Italia y en EE.UU. Recuerda con mucho cariño y claridad su primer viaje al exterior, más precisamente a Alemania en el año 1963, por tres meses. El objetivo de este viaje había sido la educación y la instrucción. Con motivo de lo significativo que ha sido, Rogelio escribió una crónica sobre éste, titulada “Volver a las fuentes”, publicada en el año 1964 en la revista “Fotomundo”, ya que en este país se reunían las primeras fábricas y empresas que dieron origen a la fotografía. De todos modos no fue el viaje que más disfrutó, ya que siempre estaba muy preocupado por comprender todo lo que le explicaban, estudiaba por demás para cada clase y constantemente estaba presente ese temor al no conocer, que lentamente se fue apaciguando.
También tuvo viajes frustrados. A principios de la década de 1990, debía realizar un viaje a Palenque, una ciudad maya, ubicada en el estado de Chiapas, pero no se pudo concretar, ya que estaba en pie un fuerte movimiento terrorista, encabezado por el subcomandante Marcos, reclamando mejoras para los agricultores Mayas, con su lema “democracia, libertad, tierra, pan y justicia para los indígenas”. Un momento no demasiado grato le tocó vivir en Marruecas, en la década de 1960, cuando trabajaba para la empresa alemana Zeiss Ikon. El avión que tomó realizó una escala en Casablanca, allí estuvieron todos los pasajeros a punta de fusil, rodeados de revolucionarios. Pero tuvo viajes muy placenteros como en 1965, cuando se encontraba en Nueva York, donde tuvo el placer de disfrutar de la exposición mundial de fotografía, que se realiza ocasionalmente. O, en 1986, cuando pudo presenciar el mundial de fútbol en México.
A lo largo de sus setenta y tres años Rogelio realizó incontables viajes, pero claro, siempre quiere conocer más. Tiene algunas cuentas pendientes que desea saldar, como conocer la Antártida y los países de Medio Oriente, que por falta de tiempo o por problemas de salud no tuvo la dicha de visitar. Además, tiene muchas fotos que sacar aún, es más, cree que le falta sacar todas las fotos. Pero, una de las más importantes que tiene pendiente es la imagen de un friso de piedras con ángeles musiqueros, en la Basílica de Trinidad, en Inglaterra. Deseaba volver a Nueva York, se había conectado con el intendente de esta cuidad y con el encargado para sacar las fotografías al mismo nivel que el friso, pero por cuestiones personales no pudo concluir este trabajo tan ansiado. Otra foto también frustrada es la del cartel “La diosa de la luz”, pintada sobre la pared de una actual fábrica, en el año 1950 en Holanda. Se trata de una imagen del rostro de una mujer, al estilo Art Nouveau, con rayos que sobresalen de su cabeza y Rogelio se pregunta ¿Qué mejor imagen puede representar a la fotografía que la diosa de la luz? Todavía hoy no hay ninguna fotografía de aquel retrato bastante deteriorado por el paso del tiempo. En el camino quedaron algunas exposiciones que no pudo realizar como “El barroco y los jesuitas”, para lo que había tomado fotografías de ciudades fundadas por estos miembros religiosos en Brasil y había elegido la música que acompañaría toda la muestra, su deseo era “hacer una alegoría a lo barroco”.
No es casualidad que uno de sus inspiradores, él que le abrió una ventana a través de sus obras y así dejar volar su imaginación y sus anhelos es el escritor Jules Gabriel Verne, conocido como Julio Verne. Por medio de “Los primeros navíos mexicanos”, “Viajes extraordinarios”, “Viaje al centro de la tierra”, “La vuelta al mundo en ochenta días” y “El amo del mundo”, entre otros, dio lugar a la fantasía y comenzó a soñar y a compartir los deseos con su escritor predilecto. Así comenzó su interés por la astronomía, la historia y las ansias de vivir aventuras. Investigó con mucha pasión la arqueología egipcia y se generó un nuevo sueño, el mismo que el descubridor de la tumba de Tutankamon, la utopía de haber vivido esa realidad.
En su larga trayectoria fue redactor de fotografía, profesor en universidades y de postgrado. Dictó clases en la UADE, en la UBA y en la facultad de medicina. Fue invitado a dar charlas en Santa fe, Córdoba y Mar del Plata, además de vastas conferencias por todo el país. En el exterior dirigió cursos de fotografía en México y en Italia. Publicó en la revista “Fotografía universal”, en una revista mexicana en los años 1969 y 1970 y colaboró con otras revistas, realizando investigaciones y publicaciones solo y con demás compañeros. Uno de los trabajos más importantes fueron las publicaciones en revistas científicas sobre la reproducción en color sin películas de color, una verdadera innovación. Actualmente escribe artículos sobre la historia de cámaras fotográficas, publicadas en la revista “Fotomundo”, pero no sólo sobre los aspectos técnicos y específicos de éstas, sino que su interés también está puesto en el contexto social, económico y político que movilizaron a crearlas. Uno de los artículos más interesantes que está en puerta es la historia sobre la diosa de la luz y su imagen. Estos artículos son la base de un libro que publicará a mediados del año 2009. No es el único proyecto que tiene para el año próximo, sino que además se convertirá en el asesor de imagen de la firma Eudeño para la empresa Nikon.
Su clave siempre fue “viajar con la mente y el corazón abierto”, por eso en cada viaje que emprendió estuvo dispuesto a aprender y conocer todo acerca de ese lugar. La curiosidad y la inquietud son dos de sus pilares fundamentarles. Ponerse en contacto con su gente, con sus paisajes, sus costumbres y su cultura. Rogelio disfruta verdaderamente de un viaje cuando logra conocer como vive esa población, conocer su historia, por lo que recorre cementerios, museos, iglesias y lugares emblemáticos. Por todas estas razones y muchas más, que seria tedioso enumerar, puedo concluir diciendo que Rogelio Norberto Rozas es realmente un viajero de los que ya no abundan, un verdadero viajero en extinción.

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