jueves, 28 de agosto de 2008

Infancia dañada

No es un tema nuevo ni reciente la existencia de redes de adopción ilegal de niños. Es uno de los negocios más redituables, junto con el narcotráfico y el contrabando de armas. En algunas ocasiones esto ocupa alguna página en el diario y algunos minutos en los noticieros, pero no es tratado por los organismos del Estado con la seriedad y con el rigor que lo requiere.
No se trata de delincuentes improvisados, sino que son organizaciones internacionales que operan en toda América Latina las que se ocupan de este ilícito.
A través de la venta y el robo de bebes en hospitales y clínicas, generalmente a mujeres de bajos recursos, embarazos forzados y la falsificación de documentos, estas organizaciones conforman un mercado negro, con sus mayores clientes en Europa, Estados Unidos y Asia.
Algunas madres venden a sus criaturas por el hecho de no poder mantenerlas y por tener muchos más hijos, mientras que muchas parejas eligen este camino ilegal con el fin de evitar la larga espera y los trámites burocráticos que a veces implica una adopción con todas las reglas. Llegan a pagar desde cinco mil a ciento veinte mil pesos por un niño, por lo que el robo de bebes se ha incrementado, sin que las autoridades detengan esta realidad aterradora.
En la película “Estación central” se presenta un caso de venta de un niño a una de estas redes ilegales. Dora, una maestra retirada que se gana la vida escribiendo cartas de lo que dictan analfabetos, vende a un niño Josué, que perdió a su madre en un accidente. En esta negociación ilegal se muestra claramente como el interés económico es lo que prima, sin tener en cuenta la vida y el destino de los niños, junto con las condiciones pésimas en que viven hasta que son vendidos a alguna familia.
Se trata de un tema alarmante, donde se negocia con bebes y niños expuestos a estas organizaciones criminales, sin reparar en que lo que está en juego es la vida de todos esos chicos. Pero parece ser un tema secundario.

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